(0,00 €)
ver compra
También a Hannah Arendt se la preguntó en diversas ocasiones a propósito de su filiación política, entendiendo por tal la consabida frontera «izquierda-derecha». Su respuesta predilecta a esta forzosa interpelación me ha parecido siempre, y aun bajo cierto aspecto displicente, de una notable perspicacia y de significativo interés: «Para los revolucionarios yo soy una conservadora; para los conservadores, una radical».
La agudización de la crisis ha colocado a la democracia en el centro de una áspera disputa. En Nueva York y Atenas, en El Cairo y en Madrid, en Marsella, Londres, Barcelona o Reikiavik, miles de jóvenes precarios, trabajadoras y trabajadores despedidos, pensionistas, vecinos afectados por la privatización o el deterioro de la sanidad, la educación, el agua o el transporte, denuncian la degradación de la vida política y económica.