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Martin Heidegger invitaba a recordar la corta formulación de Leibniz que ha marcado la cultura racionalista de Occidente hasta hoy: «Nihil est sine ratione». Este principio ha sostenido la arrogancia tecno-científica moderna: lógica de la causa y el efecto, calculabilidad, mensurabilidad, determinismo.
La utopía, las personas y los proyectos utópicos sufren hoy un inmerecido destierro, similar al de los poetas en la República de Platón, que son expulsados de la ciudad ideal porque no alcanzan la verdad. La utopía tiende a ser excluida de los diferentes campos del saber: de las ciencias y de las letras, de la economía y de la ética, de la filosofía y de la teología, de la política y de la religión.