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El diario secreto de un filósofo enigmático

Reproducimos en una nueva entrada en nuestro blog el artículo que Jacobo Muñoz ha dedicado a la publicación del primer volumen de los Cuadernos negros, de Martin Heidegger, y que apareció publicado en el suplemento Posdata, del diario Levante, el 23 de abril de 2016. Los conocidos como Cuadernos negros son una especie de diario filosófico que contiene las anotaciones que el filósofo fue haciendo en paralelo a su magisterio académico y a sus obras publicadas.

por Jacobo Muñoz


 

Ve por fin la luz en español —y, por cierto, en un español excelente— uno de los escritos más esperados de Heidegger. Su autor contribuyó notablemente a ello al caracterizarlo como la «coronación» de sus obras completas. Pero también a su decisión de retrasar su publicación hasta la consumación de las mismas y, sobre todo, a un tiempo más propicio. Quien espere de este diario filosófico privado la iluminación final de las claves profundas del gran filósofo y de su orgulloso filosofar quedará posiblemente decepcionado. No ocurrirá tal, sin embargo, en quienes no esperen tanto. Lo que no quiere decir que vayan a recibir poco. Por de pronto, unas glosas autocríticas de su obra, sobre todo de Ser y tiempo, del que no duda en decir que hasta la fecha no le ha deparado «un único adversario que sea grande». Pero también una nítida formulación de su programa, centrado en la búsqueda del «acontecer del ser» desde el fondo de la existencia. O, si se prefiere, un esbozo de respuesta a las, a sus ojos, grandes preguntas del filosofar desde sus orígenes. La lista es harto instructiva: «¿Qué debemos hacer?, ¿Quiénes somos?, ¿Por qué debemos ser?, ¿Qué es lo ente?, ¿Por qué sucede el ser?». El filosofar sería un avanzar desde ellas en «unidad»...

 

Pero también hay que retrotraer tanta expectación a la presunta condición de estos cuadernos de prueba definitiva del antisemitismo de Heidegger y de su apuesta activa por el nacionalsocialismo, como quedó bien claro con la aceptación entusiasta de su nombramiento como rector de la Universidad de Friburgo en 1933. Pero Heidegger no va mucho más allá de su ya conocida loa del nacionalsocialismo y su «grandeza» y «verdad interna» como una metapolítica encuadrada en la historia del ser, pero escuchémosle: «Ahora estamos llegando a la época de una ‘ideología’ a favor del nacionalsocialismo que se ha amoldado rápidamente, y hoy de forma especialmente fácil. Por una parte, el riesgo de esta ideología es insignificante, y justamente por eso induce a muchos a error; por otra parte, es un riesgo más considerable, y entonces otros lo rechazan, lo cual conduce al mismo tiempo a la negación de lo espiritual. Pero todo esto se mueve en las formas de unas nociones liberales y burguesas... Como mejor se puede designar esta doctrina es como materialismo ético. La designación sirve como una contrastación consciente frente al marxismo y su concepción económico-materialista de la historia».

 

Sería, sin embargo, un grave error equiparar a Heidegger con filósofos oficiales del régimen nacionalsocialista como Rosenberg, Bäumler o Kriek. Puestos así, resultaría preferible situar la entrega de Heidegger a la almendra del nacionalsocialismo en la poderosa tradición alemana antiilustrada, antimoderna y, a la vez, revolucionaria con la que tan idiosincrásicamente entronca. Un desafiante episodio más, por tanto de la temática de la «tragedia de la cultura moderna». Y con ello entramos en uno de los capítulos más oscuros de la historia de Europa. Dejémoslo así.

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