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Existencia cristiana

Editorial Trotta acaba de publicar Existencia cristiana, una antología del pensamiento de Hans Küng que hace un recorrido completo por su obra, por sus principales temas y los ámbitos de su curiosidad intelectual.Esta semana el blog de Trotta pone a disposición de sus lectores una breve selección de estos textos esenciales.

por Hans Küng

Iglesia de abajo

Iglesia de abajo no es solamente una salida a la crisis en un tiempo de creciente ceguera de la Iglesia oficial frente a la realidad y de arrogancia jerárquica; no es solamente una operación de urgencia. Iglesia de abajo no es tampoco solamente un traslado de la comprensión moderna e ilustrada de la democracia a las estructuras de la Iglesia, aunque nada de eso sea ajeno a la Iglesia. Iglesia de abajo es, más bien, algo fundado en el origen neotestamentario de la Iglesia misma, es una exigencia originariamente cristiana y, a la vez, originariamente cristiana: en tanto que la Iglesia es esencialmente pueblo de Dios, comunidad carismática, comunidad de los creyentes en Cristo, es esencialmente, con todos sus ministerios, Iglesia de abajo. La Iglesia de abajo, por tanto, no usurpa el poder, sino que insiste en sus legítimos derechos frente a los actuales detentadores del poder en la Iglesia.

 

Fe en Dios

La fe en Dios vive de una confianza radical últimamente fundada: con el sí a Dios yo mismo me decido confiadamente por un primer fundamento, por el soporte más profundo y por la meta última de la realidad. En la fe en Dios mi sí a la realidad resulta últimamente fundamentado y consecuente: es una confianza fundamental anclada en la más honda de las profundidades y en el fundamento de todo fundamento, y orientada hacia la meta de todas las metas. Mi confianza en Dios, en cuanto confianza fundamental, cualificada y radical, es capaz de precisar la condición de posibilidad de la problemática realidad. En este sentido, y a diferencia del ateísmo, muestra una racionalidad radical, que no puede confundirse con el simple racionalismo.

 

Dios después de Auschwitz

No, no fue un Dios impotente, sino el compasivo Dios del amor, de la fuerza, de la bondad y la misericordia quien dio valor a las víctimas para resistir a la crueldad. Confesar al Dios misericordioso en los campos de exterminio no significa, por tanto, considerar al mismo Dios como prisionero, como víctima, como muerto. Significa confesar a Dios como un Dios vivo para los prisioneros, para las víctimas, para los muertos. Un Dios, en definitiva, que está claramente de parte de las víctimas, y no de parte de los verdugos. Nuestra común fe, judía y cristiana, se dirige a un Dios que será Señor del futuro, que hará justicia al desvalido y que mostrará su poder en el débil y el pobre: ¡un Dios de vivos y no de muertos!

 

Arte y sentido

Quien aún crea en un fondo de sentido primero y último del mundo y del hombre, ese tampoco podrá, en una época de desgaste de las modas y disolución de los «ismos», creer en el caos definitivo del arte; antes bien, podrá obtener del examen más profundo del arte de nuestro tiempo una mayor orientación vital, más sentido de la vida para sí, para su actividad y también para otras personas.

 

Diálogo entre religiones

Este es mi ferviente deseo para el futuro: no debería haber ninguna sinagoga, iglesia o mezquita que no prestara su propia contribución a favor del mutuo entendimiento religioso. En todas las sinagogas, iglesias y mezquitas se debería no solo orar por la paz, sino también promoverla activamente y trabajar por ella. Para ello necesitamos una visión conjunta, necesitamos fantasía, coraje y un incansable y eficiente compromiso.

 

Hacia una ética mundial

A fin de evitar cualquier malentendido, quiero insistir en que al hablar de ética mundial no nos referimos a ninguna nueva ideología mundial, y tampoco a ninguna clase de religión mundial más allá de las religiones existentes, y menos aún al imperio de una religión sobre las demás. La ética mundial, como ya hemos explicado, se refiere a un consenso básico relativo a determinados valores vinculantes, a criterios irrenunciables y actitudes personales básicas, sin los cuales cualquier comunidad termina, tarde o temprano, amenazada por situaciones anárquicas o por nuevas dictaduras.

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