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Consideraciones en el 50 aniversario de la muerte de Carl Gustav Jung

Cuando se cumplen cincuenta años de su muerte, me pongo a considerar de qué forma Carl Gustav Jung está vivo hoy y cómo, desde su mirada, se entiende la experiencia del ser humano en la actualidad.

por Olivia del Castillo

 

Cuando se cumplen cincuenta años de su muerte, me pongo a considerar de qué forma Carl Gustav Jung está vivo hoy y cómo, desde su mirada, se entiende la experiencia del ser humano en la actualidad.

 

Soy analista y en mi tarea diaria conecto con la experiencia individual que tuvo Jung; experiencia que se ocupó de recoger, escribir y dibujar, para que siguiera viva más allá de su muerte, como lo muestra su obra completa y el recientemente publicado Libro Rojo. Hace un momento, esta misma tarde, alguien en mi consulta me ha dicho: Algo tira de mí, expresando así una sensación difícilmente descriptible en palabras. Al escucharlo, he pensado que ese algo que  tira de él está participando en la tarea que esa persona y yo nos encontramos haciendo juntos, en análisis. En efecto, algo ha hecho que nos encontremos en mi consulta una vez por semana para hablar de sus asuntos y para ver juntos muchas cosas, por ejemplo, las imágenes de sus sueños o de sus fantasías.

 

Ese algo que tira de uno probablemente fue intuido por los hombres de todas las épocas a lo largo de la historia de la humanidad y de todas las culturas, pero no fue colocado en el ámbito de la ciencia hasta que Carl Gustav Jung, psiquiatra suizo que trabajaba en el hospital Burghölzli de Zúrich, se puso a contemplar el lago que tenía frente a su casa y se atrevió a tomar en consideración a un algo que tiraba de él, atreviéndose a colocarlo en el mundo de la ciencia de la psicología.

 

Carl Gustav Jung vio claro que a ese algo había que incluirlo en la metapsicología porque participaba, tomaba parte, en el proceso vital a través del que los estados psíquicos descompensados de las personas a las que atendía en su consulta psiquiátrica estaban buscando encauzarse y equilibrarse.

 

Al cumplirse cincuenta años de la muerte de Jung, aparecerá próximamente en España, publicado por Editorial Trotta, el volumen 9/II de sus Obras Completas, titulado Aion, en el que Jung estudia el arquetipo del sí-mismo, que estuvo representado en el culto a Mitra por Aion: «Aion, (el dios con cabeza de león y una serpiente alrededor del cuerpo) representa la unión de opuestos, de la luz y la oscuridad, de lo masculino y lo femenino, de la creación y la destrucción» (C.G. Jung, La vida simbólica, OC, vol. 18/I, 266). Los cultos mistéricos de la Antigüedad siempre están conectados con deidades que guían al alma.En este volumen, Jung estudia el arquetipo del sí-mismo, de aquello que tira de uno, representado por distintos símbolos según las distintas culturas, entre ellos, la figura de Cristo. «Según Jung, es la imagen original del anthropos lo que hizo de Jesús de Nazareth… el Hombre Dios, representante paradójico de la parte y el todo, ya que él corresponde al yo en tanto hombre, pero también al sí-mismo en tanto Dios» (Aimé Agnel, Jung. «La passion de l’Autre»).

 

En las corrientes freudianas el sí-mismo, el self, se describe como un producto del desarrollo del yo, para Jung el sí-mismo está presente antes de lo que lo está el yo consciente, y es el yo el que se desarrolla a partir del sí-mismo.

 

Ante esta perspectiva que se le hizo clara a Jung al pararse y experimentar en sí mismo, la dimensión espacial del ámbito en el que se mueve la energía psíquica deja de verse de forma lineal, en donde la causa se halla en la consciencia y antecede al efecto, y pasa a ser tridimensional, la causa y el efecto en la psique se generan a través de una relación entre lo consciente y lo inconsciente movidos por un tercero, el algo que tira de uno, adquiriendo profundidad, relieve, y convirtiéndose en la dinámica de una relación recíproca entre distintas partes. El espectáculo cambia, y la atmósfera desde la que se contempla esta relación dinámica entre distintas partes, transformándose unas a otras, también cambia. El campo de observación se amplía y se produce un alivio, un desahogo, al avenirse a la acción de ese algo que tira, que tiene intención propia y que está ahí para algo que parece comunicar un sentido. El desahogo, el respiro, se produce al dejar de ponerlo todo en el yo, el pobre y humilde yo que tan prepotente suele ser.

 

Jung, con su experiencia y con la elaboración de su método, estableció un puente en el que conectó lo personal y lo que está más allá, lo inconsciente colectivo, puso al hombre en contacto con «su» colectivo, con el colectivo dentro de él, viendo que sólo así el hombre de hoy podía prepararse para sobrevivir a lo que le esperaba en su tiempo; el hombre y la mujer de hoy que no se reconocen porque están inundados de un colectivo proyectado en el exterior que anega de inconsciencia pasiva sus vidas.

 

Las figuras de este algo que tira de uno, intentando que el hombre y la mujer de hoy reconozcan a los «otros» que estaban ahí desde que naciera el yo consciente: los complejos preñados de arquetipos, la sombra, el ánima, el ánimus, el sí-mismo, los nombró Jung para que nos orientásemos por dentro ahora, en este tiempo que nos toca vivir.

 

Pero el hombre y la mujer de hoy, cincuenta años después de la muerte de Jung, no contemplan el lago, miran una pantalla de ordenador y no se ven a sí mismos, no se reconocen. Las figuras del «otro»,  desconocido, ignorado, colocado lejos de la consciencia, dominan nuestras vidas, propiciando la aparición de destructivos trastornos psíquicos; el ánimus, en la mujer, se hipertrofia causando destrozos, y el ánima, en el hombre, lisiada e inactiva, deja todo por hacer, por emprender; la sombra no se padece y el caos crece. Mientras, sucede lo que nunca dejará de suceder, que el sí-mismo tira de uno, tira del hombre y de la mujer y los lleva al síntoma para que se reencuentren y se reconozcan a sí mismos y a los que los habitan, para que descubran el sentido de sus vidas y de su relación con los demás.

 

Habría, entonces, que ponerse a considerar de qué forma ha influido la actitud de Carl Gustav Jung hacia su propia sombra, sombra latente en su manera de ver los fenómenos psíquicos, en el caos espiritual que vive el ser humano en la actualidad.

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