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De la escisión a la inocencia

Vivimos en el seno de una época cuyo estilo vital no podríamos entender sin escuchar las canciones que nos acompañan o sin contemplar la figura del hombre que nos dibuja el cine contemporáneo. Se trata de dos tipos de arte que, quizá hoy más que nunca, nos envuelven creando un fondo ambiental imprescindible para percibir la cultura de nuestro tiempo.

por Ricardo Sannmartín

Vivimos en el seno de una época cuyo estilo vital no podríamos entender sin escuchar las canciones que nos acompañan o sin contemplar la figura del hombre que nos dibuja el cine contemporáneo. Se trata de dos tipos de arte que, quizá hoy más que nunca, nos envuelven creando un fondo ambiental imprescindible para percibir la cultura de nuestro tiempo. Sus creaciones no pretenden simplemente distraernos. Hay en el canto una voz humana que va más allá de la literalidad del poema, que sigue el hilo del dolor hasta encontrar el bien vivo aun en su fondo, y cuyo gozoso hallazgo canta. Al contemplar el bien que encarna el valor, nace la energía que acoge el creador con sus notas y palabras, y que nos entrega con el testimonio de su interpretación en directo en el concierto. Bob Dylan, Valderrama, Raimon, Serrat, los Beatles, John Lennon, entre tantos otros, prueban la calidad humana de ese trayecto que ofrece a quien lo goza una vivencia de libertad.

 

De un modo similar, con su propio lenguaje, la inmensa variedad de producciones cinematográficas nos ofrece un singular espejo con el que retrata perfiles y facetas del alma rota del hombre moderno. Nos adentramos en el imaginario cultural al percibir un fondo común de preguntas entre Jekyll, Hyde, Hulk, Peter Pan y Ed Bloom. También aquí, la escisión del sujeto, el dolor de su perdimiento y la crisis de la paternidad las analiza el cine, desde el guión a la imagen, hasta ofrecernos una historia inacabada, llena de preguntas vitales con las que el espectador ahonda en las raíces de su desasosiego y de su borrosa identidad. Pero ¿por qué acude el cine al límite de la comunicación sexual con tanta frecuencia? Ang Lee, Julio Medem, Matías Bize, B. Bertolucci, o Stanley Kubrick investigan cómo a cada sujeto se le desvela su verdad existencial en el del encuentro. La identidad intraducible del sujeto, desnuda de referencias, nos muestra la valoración cultural de la unicidad de la persona. El drama inevitable de toda historia da pie a  tramas en las que la huida de los personajes tensa lo posible y la libertad. De esa tensión extrae el sujeto moderno  gran parte de la energía con la que fragua su identidad. También la libertad, como hilo conductor, entreteje la obra de Buñuel, desde la pobreza, en su personal visión de Las Hurdes, hasta su mágica crítica de la abundancia en la burguesía mejicana y europea.

 

De manera similar a los primeros ensayos en Antropología del arte, que, bajo el título de Meninas, espejos e hilanderas, presentamos en esta misma editorial, en este segundo volumen, Libertad, sensualidad e inocencia, la etnografía de campo, fruto de la observación y las entrevistas, estudia los valores que nos ofrece el arte contemporáneo. Al ver las obras y hablar con sus creadores, intentamos escuchar el efecto coral de la gran suma heterogénea que tantas voces y miradas componen. Así comprendemos mejor el imaginario cultural de un tiempo en marcha. Descubrimos entonces la investigación primordial que desarrolla todo artista creador atento al skyline que caracteriza el horizonte de su época, una época que parece haber perdido toda inocencia y que, sin embargo, se nos desvela viva aún en el corazón del mejor arte de nuestro tiempo. La inocencia, como verdad y tierra firme, como patrimonio humano, se convierte en el punto de partida de toda creación.

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