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EDITORIAL TROTTA

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Ejercicios de pensar

Las reflexiones que dedicara Hannah Arendt a la poesía, la narración literaria, el arte y la crisis de la cultura muestran a una pensadora Más allá de la filosofía que afirmó que «ninguna filosofía, análisis o aforismo, por profundo que sea, puede compararse en intensidad y riqueza de significado a una historia bien narrada». Ofrecemos a continuación algunos fragmentos de estos ejercicios de pensar.

«La permanencia del mundo y la obra de arte»

La poesía, cuyo material es el lenguaje, quizá es la más humana y menos mundana de las artes, en la que el producto final queda muy próximo al pensamiento que lo inspiró. El carácter duradero de un poema se produce mediante la condensación, como si el lenguaje hablado en su máxima densidad y concentración fuera poético en sí mismo.

 

«Cultura y política»

No obstante, si la industria del entretenimiento reivindica (para sí) los productos culturales —que es justo lo que sucede en el seno de la cultura de masas—, se corre el peligro inmenso de que el proceso vital de la sociedad —el cual, como todos los procesos vitales, incorpora de manera insaciable al sistema circulatorio biológico de su metabolismo todo lo que se le ofrece— comience a devorar, literalmente hablando, los productos culturales.

No es tampoco cierto que este deterioro comience en el momento en que todos puedan comprar los diálogos de Platón por muy poco dinero, sino cuando estos productos son transformados hasta el extremo de facilitar su venta masiva, algo que sería imposible de otra manera. Los que fomentan este deterioro no son los compositores de música popular, sino los miembros de un proletariado intelectual ilustrado e informado que trata de organizarse y propagar la cultura por todo el planeta, y de convertir esta cultura en algo agradable a todos aquellos que no tienen ningún interés en tener contacto con ella. 

 

«La poesía de Bertolt Brech»

Mientras que otros sentían formar parte de una «generación perdida», Brecht percibe que vive «en tiempos sombríos», en los que «las calles llevaban a la charca en mi época, la lengua me delató al verdugo», de forma que «yo podía bien poco». El poeta alemán se encuentra perdido porque la tarea a la que se enfrenta es demasiado grande; si siente que se está hundiendo en las aguas, hace un llamamiento a aquellos que emergerán de ellas, y no mira hacia atrás ni con nostalgia a aquellos que todavía están a salvo. No conserva ni el más mínimo sentimiento de envidia por el pasado, ni tan siquiera de irritación hacia la inmensa multitud de idiotas que «aún no ha recibido la terrible noticia». Brecht elude la tentación de caer en la simple psicología al darse cuenta de que resultaría fatídico, además de ridículo, medir la corriente de acontecimientos en los que se ve envuelto a partir de la escala de valores de las aspiraciones individuales: entender, por ejemplo, la catástrofe internacional del desempleo a partir del concepto burgués del éxito o del fracaso en el trabajo, o la catástrofe de la guerra a partir del ideal de una personalidad polifacética, o el exilio a partir de la queja por la popularidad perdida. 

 

«En recuerdo de Wystan H. Auden»

 

La alabanza es la clave de estos versos, no la del «mejor de los mundos posibles» —como si fuese responsabilidad del poeta (o del filósofo) justificar la creación divina—, sino una alabanza que se arroja a sí misma contra todo lo que resulta insatisfactorio en la condición humana y que succiona su propia fuerza de la herida, convencida, al igual que lo estaban los rapsodas de la antigua Grecia, de que los dioses tejen los males y las desdichas contra los mortales para que estos puedan contar las historias y cantar las canciones.

 

«Discurso de recepción de la medalla Emerson-Thoreau»

Los filósofos, por lo general, son animales bastante serios, mientras que lo que llama la atención tanto de Emerson como de Montaigne es su serenidad, una serenidad que en ningún caso cae en el conformismo o en la complacencia —«me gusta más la gente que dice que ‘no’ que la gente que dice que ‘sí’», anotó Emerson—, sino en una alegría dominada por una melancolía tranquila y resignada: «Todos los hombres son necesarios, pero ninguno lo es en exceso». Esta alegría, que podríamos calificar de inocente, especialmente en el caso de Emerson, es quizá la mayor dificultad a la que nos enfrentamos. 

 

«Las Elegías de Duino de Rilke»

 

 

Lo que queda claro, entonces, es que para Rilke el existir genuino solo se da allí donde está desustantivizado y desobjetualizado, donde no está sujeto a un destino personal, ni tampoco delimitado por él, como, por ejemplo, al ser «ocultado» por Otro, ya sea a través de la muerte, tomada esta como final de recorrido, o a través de la amada, como persona individual. Un existir así hace referencia de forma fehaciente a una presencia pura y libre de oposición, a un «puro acontecer» que no contiene las otras dimensiones temporales del ser humano (menschliches Sein): el futuro y el pasado. 

 

 

 

«Epílogo a No me he caído de un burro al galope de Robert Gilbert»

Todos nacimos sin laureles. Crecimos sin ellos, y si tuvimos la suerte necesaria, de niños descubrimos algo que se conoce como «lo poético» (das Poetische) y que se encuentra en el germen de toda poesía (Dichtung). Desde ese instante —no del todo dichoso, pero no sujeto, al menos aún, a la enseñanza obligatoria— hemos ido rescatando algunas cosas, distintas, sin duda, dependiendo del bagaje de cada uno, pero entre las cuales siempre ha habido un lugar reservado a las canciones infantiles.

La animación despreocupada y la alegría de la pura existencia que late a través de los versos de Gilbert pertenecen a esa esencia, como también lo hace una manera de pensar que tiene siempre presente que toda moneda cuenta con dos caras, que la comedia humana de nuestra vida nunca es del todo una tragedia ni una comedia, sino siempre y en todo momento las dos cosas al mismo tiempo. Solo las tragicomedias pueden resistir a esta perspicacia veloz que no para de girar y de volverse incluso a veces contra sí misma. Aquí la única muestra de divinidad está en reír y llorar a la vez.

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