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Menosprecio de Corte, menosprecio de Palacio

A Miguel de Cervantes, escritor «fuera de Palacio», dedica Juan-Ramón Capella uno de los ensayos de su nuevo libro, Impolíticos jardines, que acaba de publicar Editorial Trotta. Reproducimos a continuación algunas de sus reflexiones. 

 

 

 

En varias ocasiones aparece Cervantes, pese a haber buscado infructuosamente una colocación cortesana (que era entonces algo así como hoy trabajar en las universidades), en actitud muy distante y crítica respecto de la corte y lo cortesano.

Mencionaré, ante todo, el soneto «Al túmulo del rey Felipe II que se hizo en Sevilla», al que calificó nada menos que de «honra principal de mis escritos» (y lo es no por su valor literario, sino por su valor político), en el que de una forma oblicua, llena de sorna, de retranca, pone en solfa el exceso escenográfico con que se tributa al difunto rey.

En el mismo sentido van unas líneas del final de El licenciado Vidriera que suenan como de la Epístola moral a Fabio aunque son más directas: «¡Oh, Corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes y acortas las de los virtuosos encogidos, sustentas abundantemente a los truhanes desvergonzados y matas de hambre a los discretos vergonzosos!». Esto es: la Corte promueve a truhanes desvergonzados y a pretendientes atrevidos. Nihil novum sub sole.

Y tenemos, finalmente, el último chiste de Miguel de Cervantes, todavía válido hoy, que aparece en uno de sus textos más impresionantes, el prólogo del Persiles, escrito pocos días antes de su muerte y consciente de que la guadaña le ronda muy de cerca. Allí cuenta que cabalgando en su mula camino de Madrid, junto con otras personas —los viajeros se juntaban en grupos para protegerse mutuamente—, son alcanzados tras mucho esfuerzo, pues sus cabalgaduras van ligeras, por una persona que resulta ser un estudiante. Persona que, nada más llegar hasta ellos, les pregunta: «¿Vuesas mercedes van a alcanzar algún oficio o prebenda a la corte, pues allí está su ilustrísima de Toledo y su Majestad, ni más ni menos, según la priesa con que caminan...?».

 

Basta pensar en lo que sucede hoy tras cada vuelco electoral, con millares de pretendientes, profesores e intelectuales, sedientos de promoción y de beneficios, que vuelan a Madrid, donde está el poder, para comprender que Cervantes sigue siendo actual por la agudeza de su mirada «sociológica».Y es verdad que en sus últimos años Cervantes casi logró trabajar como escritor en el sentido moderno de la división del trabajo, pues el público acogió muy bien el Quijote. Fue leído por las personas, aún escasas, que podían leer como lo hacen los lectores modernos, y obtuvo de ellos reconocimiento. Miguel de Cervantes jamás entró en Palacio, sino que permaneció siempre abajo, en la plaza. ¡Cuán distinto era de tantas personas que se interesan por las mismas cosas que le interesaban a él!

 

 

Juan-Ramón Capella cuenta en su haber con textos de filosofía jurídica, filosofía política y páginas con fuerte acento literario. Estos distintos aspectos confluyen en su nueva obra, Impolíticos jardines, en la que el lector encontrará desde ensayos de filosofía política pura y dura como los que encabezan el volumen hasta filosofía jurídica y social de naturaleza crítica, todo ello huyendo de lastres académicos; desde reflexiones sobre hechos de cultura contemporáneos a comentarios en clave de humor. El libro se cierra con un breve texto puramente literario evocador de la inocencia. 

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