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No podemos pasar ni un día sin justificarnos

Según un dicho popular inglés, podemos pasarnos algún día sin beber y varios días sin comer, pero no podemos pasar ni un día sin justificarnos. Así que en la medida en que la justificación envuelve alguna suerte de argumentación, no podemos pasar ni un día sin argumentar.

por Luis Vega y Paula Olmos

Según un dicho popular inglés, podemos pasarnos algún día sin beber y varios días sin comer, pero no podemos pasar ni un día sin justificarnos. Así que en la medida en que la justificación envuelve alguna suerte de argumentación, no podemos pasar ni un día sin argumentar. La argumentación es efectivamente una forma de interacción discursiva compleja que ha atraído la atención y la reflexión desde antiguo tanto en el Occidente griego como en el Oriente chino e indio. Limitándonos a nuestra cultura occidental, la fundación de los estudios de la argumentación se remonta a Aristóteles. De él parten las tres principales perspectivas que todavía hoy tenemos sobre este campo: la perspectiva lógica (Analíticos), la dialéctica (Tópicos), la retórica (Retórica).

 

Estos estudios han recobrado en nuestros días, en el curso de la segunda mitad del siglo pasado, una nueva y floreciente vida. A este renacimiento ha contribuido la coincidencia de distintas circunstancias como, por ejemplo, la crítica interna de los supuestos patrones del uso de la razón en la filosofía y la ciencia, marcados por el canon de la racionalidad lógico-matemática, y la crítica externa de los campus universitarios que pedían instrumentos discursivos para orientar los debates de los años sesenta sobre la guerra del Vietnam, la igualdad de género o los derechos civiles. Pero su eclosión y desarrollo se ha debido sobre todo a una feliz confluencia de motivos e intereses procedentes de diversas disciplinas, desde las más tradicionales —la retórica, la lógica, la filosofía del lenguaje— hasta las más modernas —las ciencias de la comunicación, las ciencias de la computación y la investigación de sistemas multiagentes en inteligencia artificial—, pasando por algunas otras como la psicología del razonamiento, el análisis del discurso o la lingüística. En todo caso, a partir de los años ochenta, los estudios centrados en la argumentación han adquirido sus propias señas de identidad como conocimiento, análisis y evaluación del discurso argumentativo, a través de sus dimensiones o proyecciones lógica, dialéctica, retórica y socio-institucional —referida al discurso público—. En la actualidad, estos estudios trabajan en su definición conceptual y persiguen su integración sistemática bajo el nombre de Teoría de la argumentación,  denominación que solo es todavía la divisa de un saber que se busca; en realidad designa un campo de cultivo interdisciplinario, en el que germinan, crecen y prosperan diversos enfoques, métodos y procedimientos de identificación y de tratamiento del discurso argumentativo, algunos privativos de una tendencia o una «escuela».

 

Es justamente esta situación algo incierta pero prometedora, donde convergen progresos técnicos, desarrollos conceptuales y ambiciones programáticas, la que hoy demanda una obra de las características del Compendio de lógica, argumentación y retórica. El Compendio trata de reunir, precisar y articular las nociones básicas y los conceptos determinantes de los avances y logros que tienen lugar en ese campo. Una obra como esta, resueltamente plural y deliberadamente comprensiva, quiere hacer justicia a la constitución entreverada y abierta que presentan la investigación, el estudio y las prácticas mismas de la argumentación en nuestros días.

 

Hasta ahora no existía una publicación de este género en el ámbito académico nacional o internacional. Su necesidad es, como salta a la vista, imperiosa tanto desde el punto de vista didáctico y atento a unos intereses prácticos, como desde el punto de vista teórico. Un Compendio como el presente, que viene no solo a tejer y establecer redes conceptuales, sino a integrar las distintas perspectivas teóricas disponibles, parece ser en principio un reflejo adecuado del estado actual de la Teoría de la argumentación. Pero es además, en el medio cultural de habla hispana, una obra que une a su necesidad una especial virtud en la medida en que aspira a sentar las bases de una normalización terminológica y conceptual de los estudios en curso. Así pues, no es de extrañar que su elaboración, a lo largo de casi cinco años, haya ocupado a un buen número de especialistas y estudiosos de diversos medios académicos y nacionalidades: han sido 59 los autores de las 176 entradas que cubren más de 700 páginas.

 

El Compendio de lógica, argumentación y retórica se ofrece, en suma, como una obra de referencia, una herramienta de trabajo y un estímulo para los estudiantes de —y los interesados o los preocupados por— la argumentación, tanto en el plano internacional como, primordialmente, en nuestro medio cultural hispánico e hispanoamericano.

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