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EDITORIAL TROTTA

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Teoría del editor

Con motivo del 25 aniversario de la editorial, Alejandro Sierra, editor y fundador de Trotta, nos habla en esta nueva entrada en nuestro blog de lo que supone para él ser editor en estos tiempos difíciles para el sector del libro y la cultura.

por Alejandro Sierra

Cuando bajó la marea, 
nos dimos cuenta
de que estábamos desnudos
(George Soros)

Marilyn se presentó ante la 
cámara hermosa, trágica y  compleja
(Bert Stern, su fotógrafo)

Este mes de octubre Editorial Trotta cumple veinticinco años. Nos gustaría tener razones para celebrarlo. Desde el principio hemos navegado por distintos ríos que han resultado ser siempre el mismo, con distintos afluentes: el de las ciencias de las culturas humanistas, desde las más rigurosas hasta las más afines a las conjeturas y a las búsquedas; y también algo de poesía. Entre unas cosas y otras hemos venido a publicar unos mil trescientos libros nuevos (y quizá otras tantas reediciones y reimpresiones), lo que produce un cierto vértigo. Sobre todo cuando uno cae en la cuenta de que son muchos más libros que los que tenía a mano Montaigne cuando se retiró a su torre*. 

 

Durante este tiempo nos hemos implicado en una batalla de siempre, y de final incierto: reclamar activamente la dignidad de la cultura del libro como bien social en sí misma, como “capital simbólico” que moviliza y consuela. Y, especialmente, en estos tiempos de inclemencia, en los que las culturas humanísticas están siendo expulsadas de las costumbres y de las enseñanzas, mientras se va implantando un arrogante antiintelectualismo, y se produce una confrontación inducida entre el libro electrónico y el que podría llamarse "libro táctil" (en realidad, el libro es siempre complaciente y se deja editar [y escribir] por cualquiera, incluso en distintos "soportes"). Mientras, se deteriora aún más la relación entre el poder y la cultura... 

 

Como un reflejo de esta situación, la en un tiempo potente industria del libro no ha dejado de achicarse: en estos últimos pocos años a casi la mitad en el sector que más nos afecta. Y hoy, como cada día del año, habrán cerrado ya dos librerías. Aunque, siendo sinceros, no conviene tener demasiada confianza en el fin del mundo, que al final también nos decepcionará y resultará insuficiente. 

 

Nuestra participación en el intento de alterar esta situación la centramos en contribuir a lograr la visibilidad del libro como elemento de vertebración de la cultura, para que cada libro encuentre su lector. Entendiendo «cultura» como "educación de la atención", como dijo Simone Weil, autora nuestra desde el principio. Creemos que editar es un acto de responsabilidad civil y reivindicamos el "menester" esencial del editor. Un editor coherente en sus opciones, identificable, que ofrece fiabilidad, que no engaña, que cuida los materiales para que resulten agradables y sensibles, que corteja a sus libreros y a sus lectores haciendo de ellos, si puede, unos "libridinosos"**; que ejerce la oportunidad y la resistencia, que distribuye con fidelidad la memoria almacenada, que denuncia los impulsos aglutinadores de las (muy) grandes corporaciones***, que no impide excesivamente la creatividad (y la felicidad) ajena, aunque es testigo de ella, y está disponible para ofrecer sugerencias por si valen, y después desaparece... Cabría distinguir entre un hombre de negocios apresurado, un publicador de libros y un editor o, si se prefiere, un éditeur. Aunque sería conveniente no olvidar que este tipo de editor suele cosechar más fracasos que elogios; aun cuando los elogios no sean pocos. 

 

Si nosotros, los editores de Trotta, hubiéramos cumplido todas o una parte significativa de esas tareas durante estos veinticinco años, entonces sí tendríamos motivos para celebrarlo.

 

 

 

* La referencia a Montaigne y a sus libros es de Calasso.

** Así llamaban a Ezio Raimondi, editor de Il Mulino.

***  Google pretende administrar una "biblioteca universal", que contenga desde las primeras tablillas sumerias hasta lo que se esté publicando hoy mismo: unos treinta y dos millones de libros. Y lo de Berlusconi: acaparar el cuarenta por ciento de la edición italiana. 

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