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Utopía para tiempos de crisis

La utopía, las personas y los proyectos utópicos sufren hoy un inmerecido destierro, similar al de los poetas en la República de Platón, que son expulsados de la ciudad ideal porque no alcanzan la verdad. La utopía tiende a ser excluida de los diferentes campos del saber: de las ciencias y de las letras, de la economía y de la ética, de la filosofía y de la teología, de la política y de la religión.

por Juan José Tamayo

La utopía, las personas y los proyectos utópicos sufren hoy un inmerecido destierro, similar al de los poetas en la República de Platón, que son expulsados de la ciudad ideal porque no alcanzan la verdad. La utopía tiende a ser excluida de los diferentes campos del saber: de las ciencias y de las letras, de la economía y de la ética, de la filosofía y de la teología, de la política y de la religión. Hemos pasado del grito inconformista del Mayo francés «Seamos realistas, pidamos lo imposible», a la consigna conformista «Seamos realistas, atengámonos a los hechos»; del «Fuera del sistema está la respuesta a los problemas de la humanidad» al «Fuera del sistema no hay salvación ni solución». La afirmación de Bloch «Si una teoría no está de acuerdo con los hechos, peor para los hechos» se ha transformado en su contraria: «Si una teoría no está de acuerdo con los hechos, no es científica y debe ser rechazada».

 

La  propia palabra «utopía» está desacreditada y ha sufrido un grave deterioro semántico, hasta confundirla con ilusión, quimera, ingenuidad, fantasmagorería, falta de sentido de la realidad, plan bueno pero irrealizable, etc. Cuando se pronuncia la palabra en ambientes académicos o en conversaciones entre amigos, cae como una losa y se hace un silencio sepulcral.

 

Es esta situación de destierro, de descrédito y de silencio la que me ha movido a escribir Invitación a la utopía en el que defino la utopía como motor de la historia. Efectivamente, es ella la que libera a la historia de su estancamiento, inercia y pasividad, de su fijación en el pasado, de la ley del eterno retorno. Es ella la que lleva a tener el futuro como horizonte y la que ha hecho posibles los avances de la humanidad en dirección a la justicia, la libertad y la solidaridad, en una simbiosis entre utopía y esperanza, razón y acción, como formulara lúcidamente Bloch en la enciclopedia de las utopías que es su libro El principio esperanza (Editorial Trotta): «La razón no puede florecer sin esperanza; la esperanza no puede hablar sin razón». Pero la utopía no entendida como confianza ciega, optimismo ingenuo o fijación mítica en los orígenes, sino en su carácter paradójico y dialéctico, ya que lleva en sus gérmenes éxitos y fracasos, fragilidad y fortaleza, verdad y no-verdad, fecundidad y esterilidad, poder e impotencia, afirmación y negación, conciencia crítica y propuestas alternativas.

 

Alguien se preguntará con cierto escepticismo: ¿utopía en tiempos de crisis? Es la pregunta que guía toda la obra, a la que respondo afirmativamente si bien con sentido crítico. Las utopías tienen su temporalidad, afirma Ernst Bloch. Es precisamente en tiempos de crisis cuando los oprimidos toman conciencia de la negatividad de la historia, expresan su insatisfacción con la realidad, muestran su descontento e indignación, protestan y se movilizan. Es en tiempos de crisis cuando formulan utopías movilizadoras de las energías emancipatorias de la Humanidad, que son desarrolladas en sus diferentes géneros literarios: filosófico, narrativo, poético, ético, ficción, estético, etc. Es entonces cuando resulta más necesario sacar a la luz los tesoros ocultos que anidan en lo profundo de la realidad y activar las potencialidades y latencias ínsitas en los seres humanos. Sin utopías la suerte está echada, la Humanidad se hace el haraquiri y la historia deja de ser tal para convertirse en eterno retorno. En tiempos de crisis hemos de preguntarnos, como la serpiente en el paraíso, según el conocido relato de Bernard Shaw: «En medio de una discusión en el paraíso entre Adán, Eva y la serpiente  en torno a la necesidad o no de tener aspiraciones que vayan más allá de la mera subsistencia, la serpiente se dirige a Adán y Eva, y les dice: ‘Vosotros veis las cosas y nos preguntáis: ¿Por qué? Pero yo sueño cosas que nunca han existido y me pregunto: ¿Por qué no?».

 

Invitación a la utopía hace un detallado recorrido por la historia de las utopías como uno de los mayores caudales de liberación, sistematiza la reflexión filosófica y teológica sobre ellas, hace una exposición objetiva sobre las críticas a la utopía, invita a seguir escribiendo nuevos relatos utópicos,  a trabajar por la utopía de “Otro Mundo posible” y a pensar utópicamente la realidad más allá de los límites de lo posible, como sugiere Walt Whitman: «Antes del alba, subí a las colinas, miré los cielos apretados de luminarias y le dije a mi espíritu: Cuando conozcamos todos estos mundos y el placer y la sabiduría de todas las cosas que contienen, ¿estaremos tranquilos y satisfechos? Y mi espíritu dijo: No, ganaremos esas alturas para seguir adelante».

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