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Cuando menos, son tres las posibles formas o, quizá, los diferentes motivos para leer a Stefan George hoy día.
Supongamos que como consecuencia de un accidente de tráfico una persona sufre un grave traumatismo cráneo-encefálico acompañado de una momentánea parada cardio-respiratoria y traslademos ese accidente en el tiempo a los años cincuenta del siglo pasado. Esa persona, si fallaban las rudimentarias técnicas del boca a boca y el masaje cardíaco, entraba en coma y su destino estaba irremediablemente sellado.
Vivimos en el seno de una época cuyo estilo vital no podríamos entender sin escuchar las canciones que nos acompañan o sin contemplar la figura del hombre que nos dibuja el cine contemporáneo. Se trata de dos tipos de arte que, quizá hoy más que nunca, nos envuelven creando un fondo ambiental imprescindible para percibir la cultura de nuestro tiempo.
También a Hannah Arendt se la preguntó en diversas ocasiones a propósito de su filiación política, entendiendo por tal la consabida frontera «izquierda-derecha». Su respuesta predilecta a esta forzosa interpelación me ha parecido siempre, y aun bajo cierto aspecto displicente, de una notable perspicacia y de significativo interés: «Para los revolucionarios yo soy una conservadora; para los conservadores, una radical».
La agudización de la crisis ha colocado a la democracia en el centro de una áspera disputa. En Nueva York y Atenas, en El Cairo y en Madrid, en Marsella, Londres, Barcelona o Reikiavik, miles de jóvenes precarios, trabajadoras y trabajadores despedidos, pensionistas, vecinos afectados por la privatización o el deterioro de la sanidad, la educación, el agua o el transporte, denuncian la degradación de la vida política y económica.
El pasado mes de agosto asistimos al estallido en distintas ciudades inglesas de unos disturbios, cuya virulencia e intensidad nos desveló, como un fogonazo, las fricciones sociales que presentimos tras esos gráficos aserrados que traducen los avatares financieros a una especie de mapa de isobaras de los mercados y que vemos todos los días en las noticias como decorado gráfico de los ascensos y descensos de las bolsas.
Søren Kierkegaard era un teólogo y podía haberse convertido en pastor de la Iglesia luterana de Dinamarca, pero nunca se postuló para un cargo pastoral y, por lo tanto, tampoco fue ordenado. No obstante, se dedicó con esmero a la actividad central de un pastor, que es la predicación.
Pese lo que le pese a los voceros de la carcunda (cuyo miedo se reflejaba como un disimulado escalofrío tras el histrionismo de sus gritos y el tamaño de sus titulares), hay muchas razones para pensar a fondo el movimiento 15-M. También urbanísticas. A quien en los días posteriores al 15-M se paseara por Sol o por cualesquiera de las plazas de este país le asaltaba sin remedio una pregunta: ¿cómo ha sido posible organizar un espacio urbano de esta complejidad en apenas un puñado de días y a partir de simples materiales de desecho?
En nuestra experiencia el vino puede significar tanto una guía hacia la sociable felicidad cuanto un factor del declive emocional y ruina de la juventud. A Filón le tocó vivir en una sociedad que escanciaba en abundancia los mejores vinos, es decir, en la Alejandría de la época de Augusto y de sus sucesores hasta Claudio.
Fernando Pessoa murió en Lisboa en 1935, con 47 años de edad. Las fotos del poeta realizadas en el decenio de 1930 dibujan a alguien que aparentaba más años de los que tenía, inmerso en los efluvios del alcohol, consciente de que el tiempo, irreparablemente, se le iba y obsesionado con ordenar y rematar su obra.
El problema teológico que más me interesa y me preocupa en este momento es el problema de Dios. Porque ¿qué Dios tenemos y en qué Dios creemos quienes vamos por la vida diciendo que Dios existe y que creemos en él?
Cuando se cumplen cincuenta años de su muerte, me pongo a considerar de qué forma Carl Gustav Jung está vivo hoy y cómo, desde su mirada, se entiende la experiencia del ser humano en la actualidad.
Como simple lector, tengo serios problemas para distinguir entre la literatura alemana y la literatura escrita en alemán.
La aceleración del tiempo se ha convertido en un tópico de nuestra cultura, pues afecta no sólo al tiempo histórico sino a las vidas individuales. Cuando se hablaba, hace ya unos años que ahora parecen muy lejanos —un efecto de esa aceleración—, del final de la historia se pensaba en el advenimiento de una época en la que los acontecimientos históricos dejarían el paso a la extensión de un sistema económico y social, cuyo ritmo uniformemente acelerado y sin embargo estable haría posible por primera vez la homogeneidad de los horizontes históricos.
Según un dicho popular inglés, podemos pasarnos algún día sin beber y varios días sin comer, pero no podemos pasar ni un día sin justificarnos. Así que en la medida en que la justificación envuelve alguna suerte de argumentación, no podemos pasar ni un día sin argumentar.
Luigi Ferrajoli, recién licenciado por la Universidad de Roma, en 1962, comenzó a trabajar con Emilio Betti. El joven jurista se sentía ya atraído por la lógica y, quizá intuitivamente aún, abrigaba el propósito de aplicarla al estudio del derecho, en busca del máximo de coherencia.
Sin Ítaca es un relato en el que intervienen los recuerdos, la memoria personal, y en el que al autor se le impuso el «placer de narrar», y es según sus palabras «como el mensaje en una botella arrojado al mar desde una balsa de náufragos».
Lo obvio es generalmente lo menos entendido, y la religión cae dentro de esta categoría. Hay religión incluso en sociedades que se autodefinen como seculares. Pero ¿qué es la religión y por qué perdura sin perder su vitalidad?
Dos años atrás, Alfredo Pérez Rubalcaba declaró en el Senado de España:«La Policía cumple escrupulosamente la Ley y la Constitución. No hay redadas, no existen». Pero las palabras del ministro del Interior son impugnadas no sólo por el Sindicado Unificado de Policía.
Los acontecimientos que se vienen produciendo desde hace unos meses en varios países del norte de África, parecen haber sido el resultado del contagio de un deseo de democratización de sociedades gobernadas por «líderes» que más que satisfacer las necesidades de sus ciudadanos se dedicaban a mantenerse en el poder para poder continuar ejerciendo una dominación tiránica.
En los últimos meses vienen produciéndose movilizaciones populares espontáneas e irrefrenables en todo el mundo árabe contra regímenes autócratas y monarquías absolutistas en defensa de la democracia y del Estado de derecho.
Se suele decir que para comprender a Nietzsche no son suficientes ni sus escritos publicados, ni sus escritos póstumos, hay que contar con su Correspondencia como un complemento esencial para entender su vida y su obra.
En el libro de Job hay dos figuras, como si hablase un ser esquizofrénico. La una casi contradice a la otra. Existen el Job paciente y el Job rebelde en un mismo personaje; o la luz y la sombra, como en cada uno de nosotros.
Hace unas semanas podíamos desayunar con un reportaje, publicado en El País por Juan G. Bedoya, donde bajo el título de «Reforma de la eternidad» podíamos leer que el papa Benedicto XVI había proclamado públicamente que el purgatorio no es un lugar físico, sino un estado.
Ser la hija de André Weil, matemático genial y fundador del grupo Bourbaki, es sin duda interesante; pero ser la sobrina de Simone Weil, igualmente genial y a la que algunos tuvieron por santa, ¡eso ya es todo un destino!
Es inevitable. Cada vez que tiembla destructivo un terremoto, arrasa un tsunami o, simplemente, ocurre una desgracia llamativa, saltan los comentarios: ¿dónde está Dios, qué hace, por qué calla o no lo impide?
Vivimos en un mundo que se hace más pequeño a cada instante. La llamada “globalización” se traduce, para el ciudadano corriente, en que las figuritas del Belén navideño que pone en su casa de Madrid, o de Albacete, o de La Coruña, se han manufacturado en China, y que el libro que lee, de una editorial norteamericana, se ha ilustrado en Italia, maquetado en Canadá e impreso en Singapur.
Hay una misteriosa relación entre poesía y verdad. Los poetas resultan ser a la vez los seres más inocentes y los más sabios. En su ingenua contemplación de la realidad son capaces de captar eso que “al ocultarse precisamente se desvela”, de que habló Heidegger, el filósofo que hizo tanta filosofía desde los versos.
Es para mí un honor y un motivo de alegría tener la oportunidad de inaugurar este blog en el que los autores de Editorial Trotta podrán dirigirse a sus lectores para compartir con ellos reflexiones e inquietudes en torno a sus libros y a las cuestiones que les ocupan en su trabajo intelectual y literario.